No se exactamente en que momento surgió aquel recóndito comentario del que nadie suele hablar y menos en la mesa.
El tema se suscitó un domingo mientras comía con unos amigos en Benahavis , un pueblo de Málaga en el por cierto, abundan los restaurantes.
Hasta ese día pensaba que aquella incomoda sensación nocturna sólo me ocurría a mi, justo en el instante antes de dormir.
La inquietud era esta: ¿Como definir esa tensión incomoda que ejerce la manta o el edredón sobre los dedos de los pies y, que les obliga a retraerse hacia la planta del pie, mientras permanecemos boca arriba.
No aparece en el diccionario un calificativo para ese instante tan molesto del cual dudo mucho que la RAE se interese en inventar. No es de interés general, ni uso común.
Planteé: ¿Por que no hacer un pequeño esfuerzo para una palabra que se ajusté y describa la situación?
Y.. . continuamos hablando durante unos minutos más del susodicho episodio nocturno, sin ponernos de acuerdo.
Me sorprendí al saber que un fenómeno aparentemente tan particular por cierto, es mas habitual y común de lo que creía. Si se trata de un hotel peor, parece que las sábanas han sido remachadas al canapé.. .
De hecho llegamos a barajar varios posibles artilugios para eliminar tanta desazón, como por ejemplo: un calcetín de planta rígida y otros tantos inventos absurdos.
Otra solución sería eliminar la causa: no meter el extremo inferior de la manta por debajo del colchón. En ese caso el extremo estaría libre y no ejercería presión. Pero entonces surgirían otras complicaciones; y es que, durante la noche cambiamos de posturas un numero indefinido de veces, eso haría que al final terminen los pies descubiertos en medio de la noche y si es invernal, resfriado seguro.. . puff
Jajaja, en fin; aquí termina este intrascendente soliloquio nocturno.. . Queda pendiente el tema del “postureo” al dormir.
Ciao y feliz noche.. .
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