Cuando se me ocurrió esta extraña historia, en un principio me pareció materialista y surrealista; una caricatura del hombre de clase media que no llega a fin de mes y que sabe que difícilmente, salvo por un golpe de suerte, sus expectativas cambien. El cuento de “la lechera” es un ejemplo de hasta qué punto es contraproducente vivir de ilusiones. A veces los deseos chocan con cargas opuestas y de igual intensidad que irremediablemente conducen al fracaso.
Aunque parezca absurda la elección de Sebastián, tenía moraleja. Había que mantener su deseo, obviando los resultados.
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