La excepción que devora al todo
El cerebro humano es una máquina de atajos. Para sobrevivir, aprendió a simplificar: en lugar de analizar cada detalle, toma un fragmento y lo convierte en regla. Filosóficamente es fascinante: somos animales que construyen universos enteros a partir de una excepción.
La neurociencia lo explica con los *sesgos cognitivos*: la heurística de disponibilidad y la generalización son mecanismos de ahorro energético. Nuestro cerebro prefiere procesar rápido aunque se equivoque, antes que gastar recursos en pensar lento y profundo. Y ahí está la trampa: lo que nació como ventaja evolutiva —detectar peligro con rapidez— se transforma en debilidad social.
Las ideologías, sobre todo las que se alimentan del miedo y del odio, encontraron un filón en este mecanismo. Los nazis lo sabían bien: una excepción convertida en símbolo, repetida mil veces, basta para moldear percepciones colectivas. Así, lo que debería ser un caso aislado se convierte en verdad absoluta, un dogma que guía multitudes.
En el fondo, la historia de la manipulación política no es más que la historia de un cerebro vulnerable a sus propios atajos. Y lo filosófico aquí es que, mientras no aprendamos a cuestionar nuestras percepciones, seguiremos confundiendo la parte con el todo… y la excepción seguirá dictando el destino del conjunto.
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