domingo, 30 de noviembre de 2025

🚀 Farewell to the DeLorean: Time Travel Exists, But Only for Quantum Entities by JSBaenacock

 

🚀 Farewell to the DeLorean: Time Travel Exists, But Only for Quantum Entities

Fifteen years ago I began studying the possibility of time travel. I reached several conclusions that, interestingly, I would see years later echoed in some feature films. Long before that, I had written a short story called Black Hole Mission, where I already outlined that time travel was impossible at the physical, macroscopic level.

Today, after delving into quantum physics, I am beginning to see how a different way of doing it might exist in that micro-universe.

When discussing time travel, almost everyone imagines the same scene: a shiny machine, a human inside, and voilà, you appear in another century. Classic science fiction.

The perspective I am working on is very different:


1. The Great Lie of Human Time Travel

Let's be honest. Putting a human, a massive and thermodynamically complex structure, into a machine that transports them to the past clashes with two fundamental pillars of physics: the Arrow of Time (entropy always increases) and Causality Paradoxes.

Our bodies are intrinsically linked to this arrow. The macroscopic conclusion remains: tourists from the future will not arrive.

But what if we are looking at the wrong scale? What if time can be navigable, not in the space-time we know, but in the Quantum State Space?

2. Introducing: Chrono-Quantum Probes

The key is to stop thinking about transport and start thinking about information and correlation.

The concept I propose is that of Chrono-Quantum Probes (Sondas Cronocuánticas):

  • What are they?: Very simple quantum systems (photons, qubits, etc.) prepared so that their quantum state can correlate with different temporal moments of an experiment.

  • The Mission: We stop thinking about people traveling in time. If something "travels," it is the information of the probe's state, exploring a landscape of possibilities that connects the past, present, and future.

Our time travel is reinterpreted as the structured way in which the probes connect different moments through their quantum state.

3. The Scientific Bridge: Temporal Entanglement and Retrocausality

This idea is not pure fantasy. The feasibility of this "chrono-quantum travel" is already conceptually validated by advanced physics:

  • Trans-Temporal Entanglement: Scientists have demonstrated quantum entanglement between particles where one photon is measured before the other is created. The quantum correlation transcends the time we perceive.

  • Retrocausality: Experiments like the Delayed-Choice Quantum Eraser suggest that the measurement decision made in the futurecan influence the state a particle had in the past.

Our Chrono-Quantum Probe becomes the vector for this retrocausality. It does not violate causality by sending classical information (like a fax), but rather exploits quantum correlation to connect states separated in time.

4. The Laboratory: The Trace of the Anomaly

To detect it, I place the probes in a Double-Slit setup with extra measurement layers:

ComponentFunction
Probe (Photon)The quantum system that explores possibilities.
Classical Sensors (S1, S2, S3)Record the interference pattern (the classical trace).
Cognitive Channel (S4 / EEG)Records the states of the observer when interacting with the system (their act of measurement and decision).

If the temporal shortcut exists, it will manifest as a small, subtle, and systematic anomaly in the statistics of sensors S2/S3.

  • We are not looking for an error. We are looking for a change in micro-stability or micro-alteration that is directly correlated with the cognitive state (S4).

The observer does not travel in time, but their way of attending and measuring slightly modifies the landscape of possibilities explored by the probes.

Conclusion: The Impossible Mission

It is highly unlikely that we will see tourists from the future walking around in silver suits.

If time hides shortcuts or strange connections, they will manifest—if they manifest at all—through chrono-quantum probes, not human bodies.

Our role is not to get into a time machine, but to design experiments fine enough to detect if these probes are stitching together different moments in a way that standard models do not fully explain.

If time travel exists in physics, it may look less like a DeLorean and more like a small but persistent anomaly in a graph generated by chrono-quantum probes.



🚀 Adiós al DeLorean: El Viaje en el Tiempo Existe, Pero Solo Para Entidades Cuánticas

Hace 15 años empecé a estudiar la posibilidad de viajar en el tiempo. Llegué a varias conclusiones que, curiosamente, años después vi reflejadas en algunos largometrajes. Mucho antes de eso, había escrito un relato llamado Black Hole Mission, donde ya esbozaba que el viaje temporal era imposible a nivel físico o macroscópico.

Hoy, tras adentrarme en la física cuántica, empiezo a ver cómo en ese micro-universo podría existir una forma diferente de hacerlo.

Cuando se habla de viaje en el tiempo, casi todo el mundo imagina la misma escena: una máquina brillante, un humano dentro y zas, apareces en otro siglo. Ciencia ficción clásica.

La perspectiva en la que estoy trabajando es muy distinta:


1. La Gran Mentira del Viaje Temporal Humano

Seamos honestos. Meter a un humano, una estructura masiva y termodinámicamente compleja, en una máquina que lo transporte al pasado choca con dos pilares de la física: la Flecha del Tiempo (la entropía siempre aumenta) y las Paradojas de Causalidad.

Nuestros cuerpos están intrínsecamente ligados a esta flecha. La conclusión macroscópica se mantiene: los turistas del futuro no llegarán.

Pero, ¿y si estamos mirando la escala equivocada? ¿Y si el tiempo puede ser navegable, no en el espacio-tiempo que conocemos, sino en el Espacio de Estados Cuánticos?

2. Presentando: Las Sondas Cronocuánticas

La clave es dejar de pensar en transporte y empezar a pensar en información y correlación.

El concepto que propongo es el de las Sondas Cronocuánticas:

  • ¿Qué son?: Sistemas cuánticos muy simples (fotones, cúbits, etc.) preparados para que su estado cuántico pueda correlacionarse con distintos momentos temporales de un experimento.

  • La Misión: Dejamos de pensar en personas viajando en el tiempo. Si algo "viaja", es la información del estado de la sonda, explorando un paisaje de posibilidades que conecta el pasado, presente y futuro.

Nuestro viaje temporal se reinterpreta como la forma estructurada en que las sondas conectan momentos diferentes a través de su estado cuántico.

3. El Puente Científico: Entrelazamiento Temporal y Retrocausalidad

Esta idea no es pura fantasía. La viabilidad de este "viaje cronocuántico" ya está conceptualmente validada por la física avanzada:

  • Entrelazamiento Trans-Temporal: Científicos han demostrado el entrelazamiento cuántico entre partículas donde un fotón se mide antes de que el otro sea creado. La correlación cuántica trasciende el tiempo que percibimos.

  • Retrocausalidad: Experimentos como el Borrador Cuántico de Elección Retardada sugieren que la decisión de medición tomada en el futuro
    puede influir en el estado que tuvo una partícula en el pasado.

Nuestra Sonda Cronocuántica se convierte en el vector de esta retrocausalidad. No viola la causalidad enviando información clásica (como un fax), sino que explota la correlación cuántica para conectar estados separados en el tiempo.

4. El Laboratorio: La Huella de la Anomalía

Para detectarlo, sitúo las sondas en un montaje de Doble Rendija con capas de medición extra:

ComponenteFunción
Sonda (Fotón)El sistema cuántico que explora las posibilidades.
Sensores Clásicos (S1, S2, S3)Registran el patrón de interferencia (la huella clásica).
Canal Cognitivo (S4 / EEG)Registra los estados del observador al interactuar con el sistema (su acto de medición y decisión).

Si existe el atajo temporal, se manifestará como una anomalía pequeña, sutil y sistemática en la estadística de los sensores S2/S3.

  • No buscamos un error. Buscamos un cambio en la microestabilidad o microalteración que esté directamente correlacionado con el estado cognitivo (S4).

El observador no viaja en el tiempo, pero su forma de atender y medir modifica ligeramente el paisaje de posibilidades que exploran las sondas.

Conclusión: La Misión Imposible

Es muy poco probable que veamos turistas del futuro paseando con trajes plateados.

Si el tiempo esconde atajos o conexiones extrañas, se manifestarán—si es que se manifiestan—a través de sondas cronocuánticas, no de cuerpos humanos.

Nuestro papel no es subirnos a una máquina del tiempo, sino diseñar experimentos lo bastante finos como para detectar si esas sondas están cosiendo momentos distintos de una forma que los modelos estándar no explican del todo.

Si el viaje en el tiempo existe en la física, quizá se parezca menos a un DeLorean y más a una anomalía pequeña pero persistente en una gráfica generada por sondas cronocuánticas.

https://orcid.org/0009-0002-9413-858X


If Time Travel Ever Exists, We Won’t Be Invited (But Our Quantum Probes Might) by JSBC

If Time Travel Ever Exists, We Won’t Be Invited (But Our Quantum Probes Might)



Si el viaje en el tiempo existe, no será para nosotros (sino para las sondas cuánticas)


ENGLISH VERSION

Fifteen years ago I began studying the possibility of time travel. I reached several conclusions that I later noticed, almost by chance, echoed in a few feature films. Back then I wrote a short story called Black Hole Mission, where I already suggested that time travel was impossible at the physical, macroscopic level.

Now that I’m studying quantum physics, I’m starting to see how, in that microscopic universe, a different kind of time travel might actually be possible.

When people talk about time travel, almost everyone imagines the same scene: a shiny machine, a human inside and boom, you land in another century. Classic sci-fi.

A more modest —and in some sense more radical— idea is this:
maybe time travel is possible, but only for microscopic quantum systems, not for bodies like yours or mine. And not as a journey through space, but as a kind of navigation in quantum state space, leaving measurable fingerprints in our classical world.

From that perspective, the key actors are not starships, but what we could call chronocuantum probes: simple quantum systems prepared and read in a very specific way.


From vague speculation to a concrete picture

Quantum physics has been flirting for decades with:

  • superposition of histories,

  • delayed-choice experiments,

  • interpretations where what we measure today conditions how we describe what “already happened”.

Building on that background, this proposal does three things:

  1. It stops treating “travel” like science fiction does.

  2. It reframes the idea in terms of quantum probes that move in state space and can become correlated with different temporal stages of a system.

  3. It asks whether those correlations can leave a detectable trace in a real experiment instead of staying as pure philosophy.


A possible experimental framework

One way to test this idea is to work with an optical interference setup:

  • A laser and a double slit generating an interference pattern.

  • Several light sensors (for example S1, S2, S3) recording intensity with high sensitivity.

  • A digital channel (S4) marking phases of the experiment or changes in attention.

  • Optionally, EEG recordings to track brain activity while an observer interacts with the system.

The aim is not that a photon “jumps to the year 3200”, but that its quantum state might connect, in a subtle way, different moments of the experimental process.
If such strange temporal correlations exist, they would only show up classically as tiny changes in micro-stability or micro-alteration in the sensors’ signals.

In that sense, the question is very down to earth:
“Do the statistics of these signals hide something that looks like time-linked quantum behaviour?”


The observer that doesn’t travel, but reshapes the map

In this view, the observer does not travel in time. Something else happens:

  • The mind is a macroscopic system tied to the thermodynamic arrow of time.

  • However, its interaction with the experiment can act like a background field, slightly reshaping the landscape of quantum possibilities in which the probes evolve.

Less poetically:

  • The observer stays in their own present.

  • By focusing, deciding and measuring, they change how possible particle trajectories combine in the apparatus.

  • If there is any “stitching” between different moments, it would emerge as:

    • patterns of micro-stability (things line up more than expected), or

    • micro-alteration (unexpected fluctuations),
      especially in carefully monitored channels such as S2.

The idea is not to grant magical powers to consciousness, but to take seriously the interface between a quantum system, an experiment and a real human brain.


If there are time travellers, they’ll be microscopic

Summing up:

  • We are unlikely to see tourists from the future walking down the street in silver suits.

  • If time has shortcuts or hidden connections, they will probably live in the quantum world, carried by microscopic probes that no one sees directly.

  • Our role is not to jump into a time machine, but to design experiments sensitive enough to detect whether those connections leave a trace in the data.

If time travel exists at all, it may look less like a DeLorean…
and more like a tiny shift in a graph that only appears after a long night of analysis.


VERSIÓN EN ESPAÑOL

Cuando se habla de viaje en el tiempo, casi todo el mundo imagina la misma escena: una máquina brillante, un humano dentro y zas, apareces en otro siglo. Ciencia ficción clásica.

Una idea más discreta —y en cierto modo más radical— es esta:
quizás el viaje en el tiempo sea posible, pero solo para sistemas cuánticos microscópicos, no para cuerpos como el tuyo o el mío. Y no como un viaje por el espacio, sino como una especie de navegación en el espacio de estados cuánticos, dejando huellas medibles en nuestro mundo clásico.

En este enfoque, los protagonistas ya no son las naves futuristas, sino lo que podríamos llamar sondas cronocuánticas: sistemas cuánticos simples preparados y leídos de forma muy específica.


De la especulación vaga a un cuadro más concreto

La física cuántica lleva décadas jugueteando con:

  • superposición de historias,

  • experimentos de elección retardada,

  • interpretaciones donde lo que medimos hoy condiciona cómo describimos lo que “ya pasó”.

Sobre ese fondo, esta propuesta hace tres cosas:

  1. Deja de tratar el “viaje” como lo hace la ciencia ficción.

  2. Reformula la idea en términos de sondas cuánticas que se mueven en el espacio de estados y pueden correlacionarse con distintos momentos temporales de un sistema.

  3. Pregunta si esas correlaciones pueden dejar una señal detectable en un experimento real, en lugar de quedarse solo en filosofía.


Un posible marco experimental

Una forma de explorar esta idea es usar un montaje de interferencia óptica:

  • Un láser y una doble rendija que generan un patrón de interferencia.

  • Varios sensores de luz (por ejemplo S1, S2, S3) que registran la intensidad con gran sensibilidad.

  • Un canal digital (S4) que marca fases del experimento o cambios de atención.

  • Opcionalmente, un EEG que registre la actividad cerebral mientras el observador interactúa con el sistema.

El objetivo no es que el fotón “salte al año 3200”, sino que su estado cuántico pueda conectar, de forma muy sutil, distintos momentos del proceso experimental.
Si esas correlaciones temporales extrañas existen, solo se verían de forma clásica como pequeños cambios en la microestabilidad o la microalteración de las señales de los sensores.

La pregunta, al final, es muy concreta:
“¿Esconden estas estadísticas algo que se parezca a un comportamiento cuántico ligado al tiempo?”


El observador no viaja, pero deforma el mapa

En este marco, el observador no viaja en el tiempo. Ocurre otra cosa:

  • La mente es un sistema macroscópico pegado a la flecha termodinámica del tiempo.

  • Sin embargo, su interacción con el experimento puede actuar como un campo de fondo, modificando ligeramente el paisaje de posibilidades cuánticas en el que evolucionan las sondas.

Dicho de forma menos poética:

  • El observador se queda en su presente.

  • Al enfocarse, decidir y medir, cambia cómo se combinan las trayectorias posibles de las partículas en el aparato.

  • Si existe alguna “costura” entre momentos distintos, aparecería como:

    • patrones de microestabilidad (cuando todo se ordena más de lo esperable), o

    • microalteración (cuando surgen fluctuaciones inesperadas),
      especialmente en canales muy vigilados como S2.

La idea no es atribuir poderes mágicos a la conciencia, sino tomarse en serio la interfaz entre sistema cuántico, experimento y cerebro humano real.


Si hay viajeros en el tiempo, serán microscópicos

En resumen:

  • Es muy improbable que veamos turistas del futuro paseando por la calle con trajes plateados.

  • Si el tiempo tiene atajos o conexiones ocultas, probablemente vivan en el mundo cuántico, transportadas por sondas microscópicas que nadie ve directamente.

  • Nuestro papel no es subirnos a una máquina del tiempo, sino diseñar experimentos lo bastante sensibles como para detectar si esas conexiones dejan rastro en los datos.

Si el viaje en el tiempo existe, quizá se parezca menos a un DeLorean…
y más a un ligero cambio en una gráfica que solo aparece después de muchas horas de análisis.

Tú dijiste:
en este ultimo , enfasis en mi idea crono.. .
ChatGPT Plus

Perfecto, vamos a centrarlo claramente en tu idea cronocuántica.


English title:
If Time Travel Ever Exists, We Won’t Be Invited (But Our Chronoquantum Probes Might)

Título en español:
Si el viaje en el tiempo existe, no será para nosotros (sino para las sondas cronocuánticas)


ENGLISH VERSION

When people talk about time travel, almost everyone imagines the same scene: a shiny machine, a human inside and boom, another century. Classic sci-fi.

The perspective I’m working on is quite different:
maybe time travel is possible, but only for microscopic quantum systems, not for human bodies. And not as a jump through space, but as a kind of navigation in quantum state space, leaving tiny, measurable fingerprints in the data.

To frame that, I introduce a specific concept I’m developing:
chronoquantum probes.


My chronoquantum idea

The core of the idea is simple:

  • We forget about people travelling in time.

  • Instead, we design chronoquantum probes: very simple quantum systems (photons, qubits, etc.) prepared and read so that:

    • they evolve in quantum state space,

    • they can become correlated with different temporal stages of an experiment,

    • and their “time behaviour” only shows up as subtle changes in classical measurements.

In this view, if anything “travels” through time, it’s not us;
it’s the quantum state of the probe exploring a landscape of possibilities that connects what we call past, present and future.


An experimental playground for chronoquantum probes

To give this idea a body, I place the probes inside a concrete setup:

  • A laser and a double-slit generating an interference pattern.

  • Light sensors (S1, S2, S3) capturing intensity with high resolution.

  • A digital channel (S4) marking experimental phases or cognitive states.

  • Optionally, EEG recordings while the observer interacts with the system.

Here the chron oquantum probe is, for example, the photon whose state:

  • is prepared under certain conditions,

  • interacts with the apparatus,

  • and is finally “read” through micro-changes in the sensors’ signals.

If time-linked quantum correlations exist, they won’t appear as a sci-fi jump, but as tiny shifts in micro-stability or micro-alteration—especially in channels like S2—when the chronoquantum probes explore different temporal paths in state space.


The observer in a chronoquantum landscape

Within this chronoquantum picture:

  • The observer does not travel in time.

  • The mind remains bound to the thermodynamic arrow of time.

  • However, attention, decisions and measurements can slightly reshape the landscape of possibilities in which the chronoquantum probes move.

So the idea becomes:

  • The observer stays in their own present.

  • The chronoquantum probes explore correlations across different temporal stages of the experiment.

  • What we see, after analysing the data, is whether the presence of an observing brain is linked to systematic patterns of micro-stability or micro-alteration that would not appear in a purely blind, observer-free scenario.

That is the distinctive angle of the chronoquantum probe framework:
time “travel” is reinterpreted as the structured way in which probes connect different moments through their quantum state, while we remain outside, reading the traces in the statistics.


If there are time travellers, they’ll be chronoquantum

In short:

  • We probably won’t see tourists from the future in shiny suits.

  • If time hides shortcuts or strange connections, they will show up—if at all—through chronoquantum probes, not through human bodies.

  • Our role is not to jump into a time machine, but to build experiments precise enough to detect whether those probes are stitching together different moments in ways that standard models cannot fully explain.

If time travel ever exists in physics, it may look less like a DeLorean
and more like a small but persistent anomaly in a graph generated by chronoquantum probes.


VERSIÓN EN ESPAÑOL

Hace 15 años empecé a estudiar la posibilidad de viajar en el tiempo. Llegué a varias conclusiones que, curiosamente, más tarde vi reflejadas en algunos largometrajes. Entonces escribí un relato llamado Black Hole Mission, donde ya esbozaba que el viaje temporal era imposible a nivel físico o macroscópico.

Hoy, tras adentrarme en la física cuántica, empiezo a ver cómo en ese micro-universo podría existir una forma diferente de hacerlo.

Cuando se habla de viaje en el tiempo, casi todo el mundo imagina la misma escena: una máquina brillante, un humano dentro y zas, apareces en otro siglo. Ciencia ficción clásica.

La perspectiva en la que estoy trabajando es muy distinta:
quizás el viaje en el tiempo sea posible, pero solo para sistemas cuánticos microscópicos, no para cuerpos humanos. Y no como un salto por el espacio, sino como una navegación en el espacio de estados cuánticos, dejando huellas minúsculas pero medibles en los datos.

Para encuadrar esto propongo un concepto concreto:
las sondas cronocuánticas.


Mi idea cronocuántica

El núcleo de la idea es sencillo:

  • Dejamos de pensar en personas viajando en el tiempo.

  • Diseñamos sondas cronocuánticas: sistemas cuánticos muy simples (fotones, cúbits, etc.) preparados y leídos de forma que:

    • evolucionen en el espacio de estados cuánticos,

    • puedan correlacionarse con distintos momentos temporales de un experimento,

    • y su “comportamiento temporal” solo aparezca como cambios sutiles en las medidas clásicas.

En este marco, si algo “viaja” por el tiempo no somos nosotros,
sino el estado cuántico de la sonda, que explora un paisaje de posibilidades que conecta lo que llamamos pasado, presente y futuro.


Un laboratorio para las sondas cronocuánticas

Para darle cuerpo a esta idea, sitúo las sondas en un montaje experimental concreto:

  • Un láser y una doble rendija que generan un patrón de interferencia.

  • Sensores de luz (S1, S2, S3) registrando la intensidad con alta resolución.

  • Un canal digital (S4) marcando fases del experimento o estados cognitivos.

  • Opcionalmente, EEG mientras el observador interactúa con el sistema.

Aquí la sonda cronocuántica es, por ejemplo, el fotón cuyo estado:

  • se prepara bajo ciertas condiciones,

  • atraviesa el sistema,

  • y se “lee” finalmente a través de microcambios en las señales de los sensores.

Si existen correlaciones cuánticas ligadas al tiempo, no aparecerán como un salto espectacular, sino como ligeros cambios de microestabilidad o microalteración —especialmente en canales como S2— cuando las sondas cronocuánticas exploran distintas trayectorias temporales en el espacio de estados.


El observador en un paisaje cronocuántico

Dentro de este marco cronocuántico:

  • El observador no viaja en el tiempo.

  • La mente sigue atada a la flecha termodinámica.

  • Pero su forma de atender, decidir y medir puede modificar ligeramente el paisaje de posibilidades en el que se mueven las sondas cronocuánticas.

Así, la idea se resume en:

  • El observador permanece en su presente.

  • Las sondas cronocuánticas exploran correlaciones entre distintos momentos del experimento.

  • Lo que vemos, al analizar los datos, es si la presencia de un cerebro observando se asocia a patrones sistemáticos de microestabilidad o microalteración que no aparecerían en un escenario completamente ciego al observador.

Ese es el giro característico del marco de sondas cronocuánticas:
el “viaje temporal” se reinterpreta como la forma estructurada en que las sondas conectan momentos diferentes a través de su estado cuántico, mientras nosotros nos limitamos a leer las huellas en la estadística.


Si hay viajeros en el tiempo, serán cronocuánticos

En resumen:

  • Es muy poco probable que veamos turistas del futuro paseando con trajes plateados.

  • Si el tiempo esconde atajos o conexiones extrañas, se manifestarán —si es que se manifiestan— a través de sondas cronocuánticas, no de cuerpos humanos.

  • Nuestro papel no es subirnos a una máquina del tiempo, sino diseñar experimentos lo bastante finos como para detectar si esas sondas están cosiendo momentos distintos de una forma que los modelos estándar no explican del todo.

Si el viaje en el tiempo existe en la física, quizá se parezca menos a un DeLorean
y más a una anomalía pequeña pero persistente en una gráfica generada por sondas cronocuánticas.

sábado, 29 de noviembre de 2025

Neurodivergencia: ver patrones en todo no es un superpoder, es un desgaste constante by JSBC

 


Cómo un cerebro hiperpredictivo, lleno de ideas y siempre adelantado a su tiempo puede arruinar tu foco, tu energía y tu paz mental (y no, no te hace “más listo”)

La neurodivergencia no es una mejora

A la neurodivergencia se la vende muchas veces como una especie de mejora.
Un cerebro especial. Un superpoder. Una etiqueta cool.

Para muchos de nosotros, no tiene nada que ver con eso.

En la práctica, se parece más a esto: un cerebro que ve patrones en todo, que está evaluando riesgos todo el tiempo, que genera demasiadas ideas a la vez y que acaba agotando a la persona en la que vive.

Te sientas a escribir una novela.
A los dos párrafos aparece una melodía.
Dejas la novela y empiezas a componer una canción.

A mitad de la canción se abre otra rama:
“¿Y si hago una app para detectar bulos en las redes?”
O: “¿Y si programo un script en Python para analizar patrones cuánticos en un experimento de interferencia y probar una hipótesis nueva?”

Nuevo proyecto. Nueva ventana. Misma fatiga.
Mientras tanto, la vida real espera: pacientes, correos, facturas, tareas rutinarias.

Para este tipo de cerebro, lo que los demás llaman “presente” muchas veces ya se siente como pasado. Si algo está sabido, hecho o establecido, el impulso es pasar a otra cosa, innovar, abrir otra línea. Permanecer mucho tiempo en una sola cosa casi se vive como retroceder.


No es ser más listo: es otro cableado

Aquí hay un malentendido que se repite:
“Neurodivergente” no significa “más inteligente”.

De hecho, muy a menudo ocurre lo contrario en la práctica:
muchas personas neurodivergentes tienen peores notas, más suspensos, más expedientes llenos de “no se concentra”, “no rinde como podría”.

La explicación es sencilla:

  • El sistema educativo premia un aprendizaje lineal, estable, repetitivo.

  • Un cerebro neurodivergente suele ser no lineal, distraíble, ramificado.

No es falta de capacidad; es desajuste entre cómo enseña el sistema y cómo procesa la información este cerebro. El resultado es una paradoja: el mismo cerebro que conecta ideas lejanas o anticipa tendencias se estrella con un temario rígido y un examen tipo test.

Así que no: esto no va de ser “más listo que la media”.
Va de tener un sistema nervioso que funciona de una forma distinta y, muchas veces, incómoda para el mundo en el que vivimos.


Un cerebro hiperpredictivo y muy averso al riesgo

Desde la neurociencia, todo esto no es magia. Es un patrón.

El cerebro funciona como una máquina predictiva: genera modelos del mundo e intenta minimizar el error de predicción. En algunos perfiles neurodivergentes, esa maquinaria va en sobremarcha:

  • Recoge muchas más variables que la media.

  • Evalúa más futuros posibles en paralelo.

  • Tiende a elegir la vía de menor riesgo casi de forma automática.

No solo ves a unos comensales sentados o un coche en la acera. Tu cerebro está ejecutando simulaciones:

  • Si esa persona se levanta ahora, ¿por dónde va a pasar?

  • Si digo esta frase, ¿quién se va a molestar, quién se va a cerrar, quién va a atacar?

  • Si ese coche está aparcado así, ¿qué dice del conductor, de la calle, de la probabilidad de un problema?

Sobre el papel suena inteligente. En la práctica es, sobre todo, desgastante.
Estás obligado a hacer “simulaciones Monte Carlo” internas de casi cualquier situación. Sí, evitas algunos desastres, pero pagas con fatiga mental crónica y con una sensación constante de amenaza de fondo.


Demasiadas ideas, muy poca paz

Además, este cerebro es hipergenerador.

No puedes controlar a mano cuántas ideas aparecen; llegan en bloque:

  • Empiezas una novela → acabas componiendo una canción.

  • Empiezas una canción → diseñas una app para detectar bulos.

  • Empiezas la app → programas un análisis de patrones cuánticos.

  • Empiezas el análisis → ya estás imaginando otro experimento, otro artículo, otra herramienta.

Desde fuera se puede llamar “brillantez”, “potencial”, “multitalento”.
Desde dentro, se vive mucho más como fragmentación permanente.

Y, de nuevo, eso no significa más inteligencia. Significa que tu sistema atencional está demasiado abierto, tu generador de ideas no se apaga y tu parte ejecutiva no da abasto.


Epílogo: ver una peli también es trabajo

Hay un efecto colateral, casi anecdótico, de vivir con un cerebro hiperpredictivo que nunca sale en las frases motivacionales.

Te estropea las historias.

Cuando tu sistema de reconocimiento de patrones lleva años sobreajustado a la realidad, la mayoría de las películas y series se vuelven dolorosamente transparentes. A los cinco minutos ya has:

  • identificado los arquetipos,

  • reconocido la estructura narrativa,

  • calculado el arco emocional,

  • y decidido, en silencio, cómo va a acabar.

El “giro final” no es un giro: es simplemente la rama más probable del árbol.

Se habla de “suspender la incredulidad”. En este tipo de cerebro, la incredulidad es difícil de suspender: el modelo interno sigue corriendo, sigue prediciendo, sigue poniendo ticks en casillas. Lo que debería ser puro entretenimiento se convierte en la confirmación lenta de algo que intuías desde el principio.

Cuando tu sistema nervioso está entrenado para anticipar riesgos, descifrar patrones y proyectar futuros todo el tiempo, incluso ver una película se convierte en trabajo.

Y quizá ese sea el resumen más honesto de esta versión de la neurodivergencia: no la historia de un cerebro superior, sino la de un cerebro que no sabe dejar de calcular… ni siquiera cuando solo quieres sentarte, desconectar y, por una vez, no saber cómo termina todo.


Neurodivergence: Seeing Patterns in Everything Is Not a Superpower, It’s Constant Exhaustion

How a hyper-predictive brain, full of ideas and always ahead of its time, can destroy your focus, your energy and your peace of mind (and no, it doesn’t make you “smarter”)

Neurodivergence is not an upgrade

People like to talk about neurodivergence as if it were an upgrade.
A special brain. A superpower. A cool label.

For many of us, it is nothing like that.

In practice, it looks more like this: a brain that sees patterns in everything, predicts risks all the time, generates too many ideas at once and ends up exhausting the person it lives in.

You sit down to write a novel.
Two paragraphs in, a melody appears.
You drop the novel and start composing a song.

Halfway through the song, another branch opens:
“What if I build an app to detect fake news on social networks?”
Or: “What if I code a script in Python to analyse quantum interference patterns and test a new hypothesis?”

New project. New window. Same fatigue.
Meanwhile, real life waits: patients, emails, bills, boring tasks.

For this kind of brain, what others call “the present” often already feels like the past. If something is known, done or established, the impulse is to move on, innovate, open another track. Staying long in one thing almost feels like going backwards.


Not “more intelligent”, just differently wired

There is a persistent misunderstanding:
“Neurodivergent” is not a synonym for “more intelligent”.

Very often the opposite happens in practice:
many neurodivergent people have worse grades, more academic failure, more reports full of “doesn’t concentrate”, “not reaching their potential”.

The reason is simple:

  • The education system rewards linear, stable, repetitive learning.

  • A neurodivergent brain tends to be non-linear, distractible, branching.

It is not a lack of capacity; it is a mismatch between how the system teaches and how this brain processes information. The paradox is that the same brain that connects distant ideas or anticipates trends can crash against a rigid curriculum and a multiple-choice test.

So no: this is not about being “smarter than average”.
It is about having a nervous system that works in a different and often inconvenient way for the world we live in.


A hyper-predictive, risk-averse brain

From a neurocognitive point of view, none of this is magic. It is a pattern.

The brain works as a predictive machine: it creates models of the world and tries to minimise prediction error. In some neurodivergent profiles, this machinery runs in overdrive:

  • It samples many more variables than average.

  • It evaluates more possible futures in parallel.

  • It tends to choose the least risky path almost automatically.

You are not just seeing people eating in a restaurant or a car on the pavement. Your brain is running simulations:

  • If that person stands up now, where will they walk?

  • If I say this sentence, who will get annoyed, who will withdraw, who will attack?

  • If that car is parked like that, what does it say about the driver, the street, the probability of a problem?

On paper, it sounds clever. In real life, it is mostly draining.
You are forced to run internal “Monte Carlo” simulations on almost every situation. You do avoid some disasters, but you pay with chronic mental fatigue and a constant background sense of threat.


Too many ideas, very little peace

On top of that, this brain is hyper-generative.

You cannot manually control how many ideas appear; they come in packs:

  • Start a novel → end up with a song.

  • Start a song → you’re sketching a fake-news detector.

  • Start the app → you’re coding a quantum-pattern analysis.

  • Start the analysis → you’re already imagining another experiment, another article, another tool.

From the outside, this looks like brilliance, potential, “multi-talent”.
From the inside, it feels much more like permanent fragmentation.

And again, this does not mean higher intelligence. It means your attentional system is too open, your idea generator never stops, and your executive system cannot keep up.


Epilogue: even watching a film becomes work

There is a small, almost trivial side effect of living with a hyper-predictive brain that never appears in inspirational quotes.

It ruins stories.

When your pattern-recognition system has been overfitting to reality for years, most films and series become painfully transparent. Five minutes in, your brain has already:

  • mapped the archetypes,

  • recognised the narrative structure,

  • estimated the emotional arc,

  • and quietly decided how it will end.

The “plot twist” is not a twist; it is simply the most probable branch of the tree.

People talk about “suspension of disbelief”. In this kind of brain, disbelief is hard to suspend: the internal model keeps running, predicting, ticking boxes. What should be pure entertainment becomes the slow confirmation of what you sensed from the beginning.

When your nervous system is trained to anticipate risks, decode patterns and project futures all the time, even watching a movie becomes work.

And that may be the most honest summary of this version of neurodivergence: not the story of a superior brain, but of a brain that does not know how to stop calculating — even when all you want is to sit down, disconnect and, for once, not know how things end.

¿Qué pasaría si el famoso “efecto del observador” no fuera solo una frase filosófica, sino algo que pudieras intentar medir en casa con un láser, una doble rendija y unos cuantos sensores cabezotas?

 


¿Qué pasaría si el famoso “efecto del observador” no fuera solo una frase filosófica, sino algo que pudieras intentar medir en casa con un láser, una doble rendija y unos cuantos sensores cabezotas?

Eso es exactamente lo que estoy explorando con mi proyecto Quantum Contact. En este post no voy a decir que he “demostrado” que la conciencia colapsa funciones de onda. Sería irresponsable. Lo que tengo son dos patrones experimentales consistentes – Hipótesis 1 e Hipótesis 2 – que apuntan en la misma dirección:

Cuando presto atención al experimento, el sistema se vuelve un poco más estable.
Menos micro-ruido. Menos micro-entropía. Y esto ocurre con y sin EEG.

Te cuento cómo.


El montaje, explicado sin tecnicismos

El núcleo de Quantum Contact es sencillo:

  • Un láser y una doble rendija generan un patrón de interferencia.

  • Varios sensores de luz (S1, S2, S3) registran las pequeñas fluctuaciones de ese patrón.

  • Un canal digital S4 marca las fases:

    • S4 = 0 → reposo / no observación.

    • S4 = 1 → fase activa / observación atenta del sistema.

  • A veces simplemente miro el experimento.
    Otras veces, además, me conecto un EEG sencillo (MindWave) para registrar mi estado cerebral.

A partir de ahí calculo estadística micro: cuánto fluctúan los sensores en cada fase. Simplificando: más fluctuación → más micro-entropía; más estabilidad → menos micro-entropía.


Hipótesis 1: Solo observar

En la Hipótesis 1 (H1), ejecuto el experimento sin EEG. La única diferencia entre fases es:

  • En algunos intervalos observo conscientemente el patrón de interferencia.

  • En otros intervalos, de forma deliberada, no lo observo (mismo montaje, mismo hardware, distinto estado mental).

En varias sesiones aparece un patrón claro:

  • En los intervalos de “observación”, los sensores muestran una disminución de la micro-variabilidad.

  • En los intervalos de “no observación”, esa estabilización desaparece o es menor.

De forma operativa, H1 dice:

En este montaje, la observación consciente se correlaciona con una reducción de la micro-entropía en los sensores respecto a la no observación.

No es magia, pero tampoco es trivial: el sistema se comporta de forma estadísticamente distinta según yo esté mentalmente “presente” o no.


Hipótesis 2: Observar con EEG encendido

La Hipótesis 2 añade un ingrediente más: el EEG.

Ahora, durante el experimento:

  • Sigo alternando entre reposo y atención focalizada.

  • Un EEG sencillo registra mi estado y un script etiqueta los intervalos como:

    • ATT_low (atención baja / relajación)

    • ATT_high (atención más alta / implicación)

  • El canal S4 = 1 marca los tramos activos de prueba.

La pregunta clave era:

“¿El patrón visto en H1 sobrevive cuando añado un EEG, o el hardware extra solo mete ruido y destruye el efecto?”

En una sesión reciente “verde” con EEG, analizada con el script QC_H2_WEEG.py, el resultado fue claro:

  • El sensor S2 mostró una micro-entropía algo menor (coeficiente de variación más bajo) durante ATT_high que durante ATT_low.

  • La proporción de intervalos clasificados como “micro-estables” fue mayor cuando la atención era alta.

  • El veredicto global del script para H2 en ese dataset fue: VERDE (hipótesis apoyada).

Es decir: incluso con EEG en el circuito, cuando aumenta mi atención, el sensor relevante para H2 (S2) se vuelve un poco más estable, no menos.


Qué dicen juntas la Hipótesis 1 y la 2

Si ponemos H1 y H2 una al lado de la otra, aparece una afirmación simple y comprobable:

En el experimento Quantum Contact, los intervalos en los que el observador mantiene una atención sostenida sobre el montaje se asocian de forma sistemática con una reducción de la micro-entropía (más estabilidad) en los sensores de luz, tanto sin EEG como con un EEG sencillo conectado.

Esto no demuestra que “la conciencia controla la realidad cuántica”.
Lo que sí muestra es que:

  1. El observador no es estadísticamente neutro en este experimento.
    El micro-comportamiento del sistema depende de si estoy mentalmente implicado o no.

  2. El efecto es robusto en dos configuraciones distintas.
    Aparece tanto cuando solo observo como cuando, además, registro mi EEG.

  3. El efecto es pequeño pero consistente.
    No se trata de fotones haciendo piruetas, sino de cambios sutiles pero repetibles en la micro-estabilidad.


Lo que NO estoy afirmando (muy importante)

Para mantener la honestidad científica, esto es lo que estos datos no me permiten afirmar:

  • No he demostrado que “la conciencia colapse la función de onda”.

  • No he mostrado que el cerebro esté manipulando directamente estados cuánticos.

  • No puedo descartar todavía explicaciones más clásicas:

    • Cambios ambientales,

    • Sesgos sistemáticos al ejecutar las pruebas,

    • Efectos térmicos o electrónicos ligados a mi propio comportamiento.

Es trabajo exploratorio, en una fase inicial. La actitud correcta es de curiosidad prudente:
el patrón está ahí, se repite, y merece ser investigado con más dureza.


Una hipótesis observador–observado de trabajo

A partir de H1 y H2, una formulación razonable de hipótesis observador–observado para este proyecto podría ser:

Hipótesis Observador–Observado (Quantum Contact)
En el experimento Quantum Contact, el estado interno del observador humano (en particular, la atención sostenida) se correlaciona con una reducción medible de la variabilidad microestadística (micro-entropía) del patrón de interferencia registrado por los sensores. Esta correlación aparece tanto cuando el observador solo contempla el sistema como cuando su actividad cerebral se monitoriza simultáneamente mediante EEG, lo que sugiere que, en este montaje, la forma en que el observador “entra” en el experimento deja una huella cuantificable en la estabilidad del sistema medido.

No es la última palabra sobre nada. Es un punto de partida.

A partir de aquí, el camino lógico son más sesiones, más controles, protocolos ciegos, y, ojalá, replicación independiente. Pero para un experimento casero con un láser, una doble rendija y un investigador cabezota, creo que ya está diciendo algo interesante:

Cuando el observador realmente aparece, el ruido baja… aunque sea solo un poquito.

jueves, 27 de noviembre de 2025

Conscious Observation, Entropy and Double-Slit Experiment by JSBC

 

1.Conscious Observation, Entropy and Double-Slit Experiment by JSBC



Figure 1. Conceptual illustration: a human observer with EEG between a high-entropy (left) and low-entropy (right) pattern. / Ilustración conceptual: un observador humano con EEG entre un patrón de alta entropía (izquierda) y baja entropía (derecha).

1. Conceptual framework for the paper

English

In the thermodynamics of information, measurement is not treated as a neutral act but as a physical process that reshapes the entropy balance of a system. Classical analyses of Maxwell’s demon and the Szilard engine showed that an “observer” that acquires information about a microscopic system can, in principle, reduce the entropy of that system by using the acquired information to select or stabilize particular states. This local entropy reduction is compensated by an increase of entropy in the observer and its environment, primarily associated with the storage, processing, and erasure of information (as formalized by Landauer’s principle). In other words, observation can effectively decrease the entropy of the observed subsystem, without violating the second law when the full observer–system–environment complex is considered.

In quantum mechanics, a similar picture emerges when one models measurement as a process of decoherence and state reduction. Prior to observation, the system may be represented by a superposition or mixed state with higher von Neumann entropy. The act of measurement, by correlating the system with a measuring apparatus (and ultimately with a macroscopic observer), selects a definite outcome and can thereby reduce the entropy of the system’s effective state. Again, this local decrease is balanced by entropy production in the combined apparatus–environment degrees of freedom.

Within this framework, the present work explores whether a conscious observer—in well-defined brain states such as focused attention versus rest, monitored via EEG—can be associated with a measurable local reduction of entropy (micro-stability) in a physical interference pattern. Operationally, we do not attempt to modify global thermodynamic balance, but to test a more modest and empirically accessible claim: that intervals in which the observer actively attends to the double-slit system may exhibit lower variability (interpretable as reduced local entropy) in a specific sensor channel, compared with intervals in which the system is left unobserved or the EEG interface is active in a different regime. This connects the classical idea of information-powered entropy reduction with the concrete, time-resolved behaviour of a human observer interacting with a quantum-optical setup.

Español

En la termodinámica de la información, la medida no se entiende como un acto neutro, sino como un proceso físico que reorganiza el balance de entropía de un sistema. Los análisis clásicos del demonio de Maxwell y del motor de Szilard mostraron que un “observador” que obtiene información sobre un sistema microscópico puede, en principio, reducir la entropía de ese sistema utilizando dicha información para seleccionar o estabilizar determinados estados. Esta reducción de entropía local se compensa con un aumento de entropía en el propio observador y en su entorno, principalmente asociado al almacenamiento, procesamiento y borrado de información (tal como formaliza el principio de Landauer). En otras palabras, la observación puede disminuir efectivamente la entropía del subsistema observado, sin violar la segunda ley cuando se considera el conjunto observador–sistema–entorno.

En mecánica cuántica aparece una imagen análoga cuando se modela la medida como un proceso de decoherencia y reducción del estado. Antes de la observación, el sistema puede describirse mediante una superposición o un estado mezclado con mayor entropía de von Neumann. El acto de medir, al correlacionar el sistema con un aparato de medida (y, en última instancia, con un observador macroscópico), selecciona un resultado definido y puede reducir la entropía del estado efectivo del sistema. De nuevo, esta disminución local se compensa con la producción de entropía en los grados de libertad combinados del aparato y el entorno.

En este marco, el presente trabajo explora si un observador consciente —en estados cerebrales bien definidos como atención focalizada frente a reposo, monitorizados mediante EEG— puede asociarse a una reducción local medible de la entropía (microestabilidad) en un patrón de interferencia físico. Operativamente, no se pretende modificar el balance termodinámico global, sino poner a prueba una afirmación más modesta y experimentalmente accesible: que los intervalos en los que el observador atiende activamente al sistema de doble rendija puedan mostrar una menor variabilidad (interpretada como entropía local reducida) en un canal de sensor concreto, en comparación con los intervalos en los que el sistema permanece sin observar o el interfaz EEG opera en un régimen diferente. Esto conecta la idea clásica de reducción de entropía impulsada por información con el comportamiento concreto y temporalmente resuelto de un observador humano interactuando con un montaje cuántico-óptico.

2. Zenodo description (short)

English

This work explores whether a conscious observer can be associated with a measurable local reduction of entropy (micro-stability) in an optical double-slit experiment. In the framework of information thermodynamics, Maxwell’s demon and Szilard-type engines show that an observer who acquires and uses information can reduce the entropy of a specific subsystem, compensated by entropy production in the observer and the environment (Landauer’s principle). A similar picture appears in quantum measurement: decoherence and state reduction can lower the entropy of the effective state of the measured system, while increasing entropy in the apparatus–environment degrees of freedom.

Here we apply this conceptual background to a human–machine setup: a laser double-slit interference pattern monitored by light sensors, combined with EEG recordings of the observer. We compare intervals with focused attention, rest, and different EEG regimes, testing whether attention is associated with lower variability (interpreted as reduced local entropy) in specific sensor channels. The goal is not to challenge the second law, but to empirically probe whether conscious observation correlates with micro-stability in a well-defined physical signal.

Español

Este trabajo explora si un observador consciente puede asociarse a una reducción local medible de la entropía (microestabilidad) en un experimento óptico de doble rendija. En la termodinámica de la información, el demonio de Maxwell y los motores tipo Szilard muestran que un observador que obtiene y utiliza información puede reducir la entropía de un subsistema concreto, compensada por la producción de entropía en el propio observador y en el entorno (principio de Landauer). Una imagen similar aparece en la medida cuántica: la decoherencia y la reducción del estado pueden disminuir la entropía del estado efectivo del sistema medido, aumentando a la vez la entropía en el aparato y el entorno.

Aquí aplicamos este marco conceptual a un montaje humano–máquina: un patrón de interferencia de láser en doble rendija monitorizado por fotosensores, combinado con registros EEG del observador. Comparamos intervalos de atención focalizada, reposo y distintos regímenes de EEG, para probar si la atención se asocia a una menor variabilidad (interpretada como entropía local reducida) en canales de sensor específicos. El objetivo no es cuestionar la segunda ley, sino analizar empíricamente si la observación consciente se correlaciona con la microestabilidad en una señal física bien definida.

3. Medium post (bilingual)

English version

Title: When Looking Orders Chaos: Consciousness, Entropy and a Laser in Between

Subtitle: From Maxwell and Landauer to a home-brew double-slit plus EEG: can conscious attention reduce the “local entropy” of a physical system?

We have all heard that the universe tends towards disorder, that entropy always increases and that, sooner or later, everything decays. But there is a less popular detail: in information physics, observation is not just “looking”. It is a physical process that can make one part of a system more ordered… while another part pays the price.

This article summarises the idea I am exploring in my own experiment: a double-slit laser setup, several light sensors and an EEG headset to record brain activity. The underlying question is easy to state and very hard to answer:

Can conscious attention be associated with a local decrease of entropy in the physical system we observe?

This is not about magic or mysticism. It is about pushing, experimentally, the old connection between information, measurement and entropy.

When observation orders things (but the bill arrives later)

In the classical thought experiments of Maxwell and Szilard, a “demon” observes gas molecules and opens or closes a tiny door depending on whether they are fast or slow. With that information, it manages to separate the molecules and create order where there was only chaos before: the entropy of the gas goes down.

Cheating, right? The second law of thermodynamics says total entropy cannot decrease. So where is the trick?

In information itself. To observe, decide and act, the demon needs memory. That memory is filled, processed and, at some point, must be erased. And erasing information is not free: it generates heat and, with it, entropy. That is essentially Landauer’s principle.

In everyday language:

In the observed system (the gas, the light pattern, etc.) entropy can go down: more order, more structure.
In the observer and its environment, entropy goes up: dissipation, noise, heat, energetic cost.
The global balance is preserved. But locally, observation really can create order.

Quantum version: decoherence, measurement and state selection

In quantum mechanics, the movie is similar, but the narration changes. Before we measure, a system can be in a superposition or in a mixed state. After we measure, we get a definite outcome.

From the perspective of quantum entropy, a measurement can make the effective state of the system more ordered (lower entropy) than before. In exchange, the mess is exported to the measuring apparatus and the environment that cause decoherence.

Same pattern again: observation can reduce entropy locally in the measured system, but there is never a global discount without paying somewhere else.

What if the “demon” is a human brain?

What I propose in my experiment is to bring this idea into an uncomfortable but measurable territory: the interaction between a conscious human observer and an optical double-slit setup.

The scheme is:

A laser passing through a double slit.
Three light sensors (S1, S2, S3) capturing information about the interference pattern.
A digital channel (S4) that marks whether I am actively observing the pattern or not.
An EEG headset recording whether I am focused, resting, meditating, etc.
The hypotheses I want to test, in a very simplified form, are:

Hypothesis 1 (no EEG):
When I visually attend to the system, certain sensors (especially S2) show more stability than when I let the setup run “on its own”. The variability of the signal decreases, which can be interpreted as a local reduction of entropy.

Hypothesis 2 (with EEG active):
When I plug in the EEG and make it part of the system, things get more complex: the presence of the device reading my brain waves might increase the “nervousness” of some sensors or in certain mental states. The key is no longer just whether I observe, but how I observe (attention, relaxation, etc.).

I am not trying to prove that “mind controls matter” or anything of that sort. The goal is much more modest and experimental:

To see whether there is a systematic correlation between states of conscious attention and measurable changes in the micro-stability (the “local entropy”) of a light pattern.

Local entropy, not global miracles

This point is crucial: even if a clear effect showed up, we would remain fully inside standard physics.

If my attention reduces the local entropy of sensor S2, that only means the subsystem “sensor + pattern” has become more ordered.
The brain, the EEG, the circuitry and the surrounding environment would be doing the dirty work: consuming energy, generating heat, increasing their own entropy.
The aim is not to break the second law, but to chart how order and disorder are distributed when you place a human brain observing in the middle of a quantum–optical experiment.

Why is it worth exploring?

Because it pushes an uncomfortable question into the spotlight:

We know information has physical effects.
We know measurement can reduce entropy locally.
We know the brain is an information-processing machine with very different internal states (attention, distraction, calm, stress…).
What we do not yet know is to what extent those internal states can leave a trace in the micro-stability of a simple but well-controlled physical system such as a light interference pattern.

The final answer may be: “There is no measurable effect beyond noise.”

Or there may be a small but repeatable pattern that forces us to refine how we understand the relationship between observer, information and entropy.

Either way, the question is worth asking. And, above all, worth measuring.

Versión en español

Título: Cuando mirar ordena el caos: conciencia, entropía y un láser de por medio

Subtítulo: De Maxwell y Landauer a un experimento casero con doble rendija y EEG: ¿puede la atención consciente reducir la “entropía local” de un sistema físico?

Todos hemos oído que el universo tiende al desorden, que la entropía siempre aumenta y que, tarde o temprano, todo se degrada. Pero hay un detalle menos conocido: en física de la información, observar no es solo “mirar”. Es un proceso físico que puede hacer que una parte del sistema esté más ordenada… mientras otra paga la factura.

Este artículo resume la idea que estoy explorando en un experimento propio: un montaje de doble rendija con láser, varios sensores de luz y un casco de EEG para registrar la actividad cerebral. La pregunta de fondo se formula fácil y se responde muy difícil:

¿Puede la atención consciente asociarse a una disminución de entropía local en el sistema físico que observamos?

No se trata de magia ni de misticismo, sino de llevar un poco más lejos, de forma experimental, el viejo matrimonio entre información, medida y entropía.

Cuando observar ordena (pero la factura llega después)

En los famosos experimentos mentales de Maxwell y Szilard, un “demonio” observa moléculas de gas y abre o cierra una compuerta según si son rápidas o lentas. Con esa información, consigue separarlas y crear orden donde antes solo había caos: la entropía del gas baja.

Trampa, ¿no? La segunda ley de la termodinámica dice que la entropía total no puede disminuir. ¿Dónde está el truco?

En la información. Para observar, decidir y actuar, el demonio necesita memoria. Esa memoria se llena, se procesa y, en algún momento, hay que borrarla. Y borrar información no es gratis: genera calor y, con él, entropía. Eso es, en esencia, el principio de Landauer.

Traducido a lo cotidiano:

En el sistema observado (el gas, el patrón de luz, lo que sea) la entropía puede bajar: más orden, más estructura.
En el observador y su entorno, la entropía sube: disipación, ruido, calor, coste energético.
El balance global se mantiene. Pero localmente, observar sí puede ordenar.

Versión cuántica: decoherencia, medida y selección de estados

En mecánica cuántica la película es parecida, pero con otro guion. Antes de medir, un sistema puede estar en una superposición o en un estado mezclado. Después de medir, obtenemos un resultado concreto.

Desde el punto de vista de la entropía cuántica, la medida puede hacer que el estado efectivo del sistema sea más ordenado (menos entropía) que antes. A cambio, el desorden se exporta al aparato de medida y al entorno que provoca la decoherencia.

Otra vez el mismo patrón: la observación puede reducir la entropía localmente en el sistema medido, pero nunca hay rebaja global sin pagar en otra parte.

¿Y si el “demonio” es un cerebro humano?

Lo que planteo en mi experimento es llevar esta idea a un terreno incómodo pero medible: la interacción entre un observador humano consciente y un montaje óptico de doble rendija.

El esquema es:

Un láser que pasa por una doble rendija.
Tres sensores de luz (S1, S2, S3) que recogen información del patrón de interferencia.
Un canal digital (S4) que marca si estoy observando activamente el patrón o no.
Un casco de EEG que registra si estoy en atención focalizada, en reposo, meditando, etc.
Las hipótesis que quiero probar, muy resumidas, son:

Hipótesis 1 (sin EEG):
Cuando observo el sistema con atención, ciertos sensores (en particular S2) muestran más estabilidad que cuando dejo el montaje “a su bola”. La variabilidad de la señal baja, lo que se puede interpretar como una reducción de entropía local.

Hipótesis 2 (con EEG activo):
Cuando conecto el EEG y lo convierto en parte del sistema, la cosa se complica: la presencia del dispositivo que lee mis ondas cerebrales podría aumentar la “nerviosidad” de la señal en algunos sensores o en ciertos estados mentales. La clave ya no es solo si observo, sino cómo observo (atención, relajación, etc.).

No intento demostrar que “la mente domina la materia” ni nada parecido. El objetivo es mucho más modesto y experimental:

Ver si existe una correlación sistemática entre estados de atención consciente y cambios medibles en la microestabilidad (la “entropía local”) de un patrón de luz.

Entropía local, no milagros globales

Es importante insistir en esto: aunque apareciera un efecto claro, seguiríamos plenamente dentro de la física estándar.

Si mi atención reduce la entropía local del sensor S2, solo significa que el subconjunto “sensor + patrón” se ha vuelto más ordenado.
El cerebro, el EEG, la electrónica y el entorno estarían haciendo el trabajo sucio: consumiendo energía, generando calor, aumentando su propia entropía.
No se trata de violar la segunda ley, sino de cartografiar cómo se reparte el orden y el desorden cuando colocas a un cerebro observando en medio de un experimento cuántico–óptico.

¿Por qué merece la pena explorar esto?

Porque coloca una pregunta incómoda justo en el centro:

Sabemos que la información tiene efectos físicos.
Sabemos que la medida puede reducir la entropía localmente.
Sabemos que el cerebro es una máquina de procesar información con estados internos muy distintos (atención, distracción, calma, estrés…).
Lo que aún no sabemos es hasta qué punto esos estados internos pueden dejar huella en la microestabilidad de un sistema físico sencillo pero bien controlado, como un patrón de interferencia de luz.

Puede que la respuesta final sea: «No hay efecto medible más allá del ruido».

O puede que aparezca un patrón pequeño, pero repetible, que nos obligue a refinar cómo entendemos la relación entre observador, información y entropía.

En ambos casos, hacer la pregunta merece la pena. Y, sobre todo, medirla.

El Blog de JSBAenacock

Divulgador