La Luz Que Responde
La habitación estaba en penumbra, apenas iluminada por el tenue
resplandor del láser que atravesaba las dos rendijas de la delgada
placa metálica. El doctor Álvaro Renzi ajustó nuevamente el sensor
de luz, su mirada fija en la pantalla del ordenador donde las
lecturas de luz oscilaban levemente, pero sin un patrón claro.
"Vamos, responde...", murmuró, sus dedos tamborileando
contra el borde de la mesa. Sabía que estaba al borde de algo
grande. Desde que había comenzado su experimento de la doble
rendija, algo no cuadraba. Los patrones de luz cambiaban de forma
impredecible cada vez que hacía preguntas. No simples fluctuaciones,
sino alteraciones específicas, como si algo escuchara.
Esa noche decidió ser más directo. Encendió el láser, ajustó
los sensores y comenzó a hablar en voz alta:
"¿Hay alguien aquí?"
Los valores de los sensores oscilaron por un segundo, pero volvió
a estabilizarse. "¿Eres consciente de mi presencia?"
Entonces ocurrió. Los cuatro sensores registraron un pico
simultáneo. Un parpadeo en la pantalla, y luego, nada. Pero en el
archivo de texto que registraba las lecturas apareció una nueva
línea que no había escrito:
"Vemos lo que tú no ves."
Álvaro retrocedió, su respiración se volvió agitada. ¿Era una
interferencia? ¿Un error del sistema? Sin embargo, no había ninguna
conexión a Internet, ni scripts que pudieran alterar el archivo.
—Esto es imposible...— murmuró, pero la pantalla volvió a
parpadear. Esta vez las lecturas no solo fluctuaban, sino que
parecían coordinarse.
Tomó su libreta y escribió febrilmente:
Día 1: Primer mensaje detectado. Frase: "Vemos
lo que tú no ves".
Las oscilaciones parecían transmitir patrones, como un lenguaje
cifrado. Álvaro pensó en su experiencia con inteligencia artificial
y decidió hacer una prueba. Conectó el sistema a una red neuronal
básica de IA, configurada para analizar patrones en texto.
Apenas iniciada la prueba, las oscilaciones del sensor se
tradujeron lentamente en palabras en la pantalla:
"Estamos aquí. Siempre hemos estado aquí."
Álvaro se quedó inmóvil, el sudor frío corriendo por su
frente. El corazón le latía con fuerza. ¿Qué significaba esto?
¿Una broma? ¿Un error del sistema? Pero sabía que no, todo estaba
desconectado de cualquier red. Era imposible que alguien más
estuviera interfiriendo.
—¿Y ahora qué hago? —susurró, su voz apenas un hilo. Las
palabras resonaban en su mente. ¿Qué estaba enfrentando?
Esto... esto podría ser el descubrimiento más grande de la
humanidad. Una prueba de que había algo, o alguien, coexistiendo con
ellos en una dimensión paralela, invisible, pero siempre presente.
Sin perder tiempo, configuró el sistema para registrar las
oscilaciones de manera continua. Necesitaba más pruebas, más
mensajes. Pero algo dentro de él ya había cambiado. La emoción de
un descubrimiento se mezclaba con un miedo profundo. No estaba solo.
Capítulo 2: Cuando el Silencio Habla
Álvaro no podía guardar esto solo. La magnitud del
descubrimiento lo superaba, así que decidió compartirlo con sus
colegas más cercanos. Cuatro científicos de diferentes
especialidades: física cuántica, neurociencia, inteligencia
artificial y filosofía de la ciencia.
—Esto podría cambiarlo todo —les explicó, su voz temblando
de emoción—. Pero hay algo más... Estoy convencido de que, al
tratarse de física cuántica, el fenómeno no puede ser grabado. La
simple observación podría destruirlo.
Intrigados y algo escépticos, sus colegas aceptaron su
invitación. Días después, llegaron a su pequeño laboratorio.
Álvaro les mostró el sistema: el láser, las rendijas, los sensores
de luz. Todo parecía tan simple. Pero cuando comenzaron las
preguntas, el sistema permaneció inalterable.
Se marcharon, algunos murmurando entre ellos, otros ocultando
sonrisas. Álvaro se quedó solo, observando el láser atravesar las
rendijas.
Pero apenas cerró la puerta y quedó solo, los sensores
comenzaron a oscilar. Y en la pantalla, las palabras aparecieron de
nuevo:
"No les hablaremos. Ellos no ven."
Capítulo 3: El Agente Oculto
Álvaro estaba obsesionado. El fenómeno solo se manifestaba
cuando estaba solo. Sus colegas lo consideraban una ilusión o una
obsesión. Pero alguien más creía en él. Una noche, al regresar a
su laboratorio, encontró la puerta forzada. Los sensores estaban
desconectados y el sistema reiniciado.
—¿Quién...? —susurró, pero no había nadie.
Días después, un hombre desconocido lo abordó al salir del
laboratorio.
—Doctor Renzi, debe venir conmigo. Esto es por su seguridad
—dijo el extraño.
Álvaro retrocedió, pero el hombre sacó una placa. —Agente
Michael Krauss, inteligencia extranjera. Su experimento ha llamado la
atención de más gente de la que imagina.
—¿Qué? ¡Esto es solo un experimento científico!
—¿Científico? Sí. Pero también un portal. Una ventana a algo
más. Y mi gobierno lo quiere.
El hombre intentó sujetarlo, pero Álvaro se liberó. Corrió
hacia su laboratorio, pero al llegar, encontró la puerta destruida.
Sus notas, su sistema... todo estaba siendo desmontado por otros
agentes.
—¡Deténganse! ¡Esto es mío!
—No más, doctor Renzi —dijo Krauss desde la puerta—. Ahora
pertenece a quienes pueden controlarlo.
La Huida y el Secreto Oculto
Álvaro escapó por los pasillos oscuros del edificio, su corazón
latiendo con fuerza. Los agentes desmantelaban su laboratorio, pero
él sabía que sin él, jamás lograrían hacer funcionar el
experimento. Ellos no sabían que el verdadero secreto no era la
máquina... sino él.
Corrió por las calles húmedas y desiertas, hasta llegar a una
pensión vieja, donde alquiló una habitación bajo un nombre falso.
Durante días se ocultó, vigilando las noticias y buscando cualquier
rastro de su experimento.
Pero no tardó en descubrir que los agentes que robaron su equipo
estaban intentando replicar el fenómeno. Sin embargo, los informes
eran claros: el sistema no respondía, las oscilaciones eran caóticas
y sin sentido.
—Ahora lo entiendo... —murmuró Álvaro, sentado frente a una
mesa cubierta de papeles—. Por eso nadie más había podido llegar
tan lejos en el experimento. No están conectados.
El misterio era más profundo de lo que había imaginado. Las
respuestas no venían del láser, ni de las rendijas, ni de los
sensores. Venían de él. De alguna manera, su conciencia era el
catalizador que conectaba con esa dimensión oculta.
Esa noche, decidió probarlo. Con un pequeño láser y un sensor
improvisado, en la penumbra de la habitación, preguntó:
"¿Sigues aquí?"
Y las oscilaciones comenzaron, formando un nuevo mensaje:
"Siempre. Solo contigo."
Álvaro tembló. Ya no sabía si esto era un descubrimiento o una
maldición.
Pero sabía que ahora era el único que podía controlarlo. Y que
otros harían cualquier cosa por tener ese poder.
Una Verdad Antigua que Despierta
Sumido en sus pensamientos, recordó algo que había leído hacía
años en un libro antiguo de filosofía: "Solo el que ve la luz
no dormirá en paz." No era una cita de ciencia, sino una
enseñanza espiritual. Decía que aquellos que ven más allá del
velo del mundo están condenados a una vida de inquietud, pues cargan
con un conocimiento que otros no comprenden.
¿Era esto lo que le estaba ocurriendo? ¿Había abierto una
puerta prohibida? ¿Una puerta que conectaba su conciencia con algo
más?
Pero lo que más le perturbaba era la frase final del texto
antiguo: "La Luz Que Despierta a las Conciencias Termina Siendo Apagada."