El extraño caso del escritor que presagiaba tu destino
Lo veían en las plazas, bajo la sombra de algún árbol viejo, con una maleta gastada llena de libros sin título. No tenía cartel, ni redes sociales, ni rastro digital. Solo una mirada profunda y un susurro:
"No elijas tú el libro. Deja que el libro te elija a ti."
Quien aceptaba la extraña propuesta recibía un ejemplar único, escrito a mano, que contaba una historia que parecía ficción… hasta que dejaba de serlo. A veces, en días. Otras, en años. El relato comenzaba a calcar la vida del lector.
Los valientes que, asustados, intentaban huir de su destino escrito, se encontraban atrapados en una red aún más densa. Un hombre intentó evitar un accidente narrado… y murió intentando impedirlo. Una mujer huyó del amor que aparecía en las páginas… y terminó sola, en una vida aún más vacía.
Era como si al resistirse, el relato se cerrara con más fuerza.
En cambio, los que aceptaban su historia tal como venía escrita… algo curioso les pasaba. Comenzaban a ver los huecos, las alternativas, las grietas en la narrativa. No eran presos. Eran conscientes. Podían elegir dentro de la historia. Y, al hacerlo, algo cambiaba. El libro se reescribía solo, una frase a la vez, como si respondiera a sus decisiones.
Un día, el escritor no volvió. En su lugar, había una caja con una sola nota:
"El que huye de su reflejo, se ahoga en su sombra. El que lo abraza, encuentra la puerta. El destino solo es un espejo: no te refleja para condenarte, sino para que te atrevas a cambiar."
Desde entonces, algunos todavía buscan al escritor, esperando que les diga quién serán. Sin entender que el verdadero regalo era otro: mostrarles que el futuro no está escrito... a menos que tú lo escribas con miedo.