martes, 29 de abril de 2025

El misterioso e intrigante caso del pueblo soberbio by JSBaenacock

 


El misterioso e intrigante caso del pueblo soberbio

Cuenta la historia que, una vez, un pequeño pueblo, alejado de sus vecinos, sufrió un gran apagón que lo dejó completamente aislado: sin electricidad, sin teléfono, sin móviles... sin noticias del exterior.

Unas semanas antes, un personaje peculiar del pueblo —al que muchos consideraban excéntrico— había advertido en el bar sobre la importancia de tener, al menos, un pequeño kit de auxilios. Hablaba de linternas, agua, alimentos no perecederos, mantas, un botiquín… y, sobre todo, de una radio de pilas. "Por si acaso", decía, mientras sus palabras eran ahogadas entre risas y comentarios sarcásticos. Desde el más listo hasta el más tonto, todos se turnaron para burlarse de él.

Pero el destino, tan imprevisible como siempre, decidió poner a prueba aquella soberbia colectiva. Una semana después, ocurrió el gran apagón que dejó a toda la comarca sumida en la oscuridad. No había luz. No había teléfono. No había móviles. Solo quedaba el silencio, la incertidumbre... y el miedo.

Para colmo, coincidió que el "loco del kit" había viajado a la capital a visitar a su familia. Su ausencia, lejos de tranquilizar al pueblo, acentuó la sensación de desamparo. El único que parecía haber previsto algo así... no estaba.

En medio de esa confusión, surgió uno de esos personajes que siempre colaban bulos. Aprovechando el vacío de información, se atrevió a afirmar que una invasión alienígena había comenzado en las grandes ciudades y que los extraterrestres se habían apoderado de todos los sistemas de comunicación y energía.

El rumor se propagó como un incendio en el bosque. La histeria no tardó en llegar: algunos creyeron que era el fin del mundo; otros organizaron patrullas armadas con palos y faroles de queroseno, mientras los más desesperados saqueaban las tiendas de alimentos y víveres. La situación se volvió incontrolable: casas incendiadas, enfrentamientos entre vecinos, y un caos que parecía sacado de una pesadilla.

Mientras tanto, en la capital, el "loco" disfrutaba de una cena sencilla con su familia, a la luz de las velas, escuchando aquella radio que tanto había insistido en tener. A través de ella, captaba las emisiones de emergencia que explicaban que todo era un simple fallo masivo en la red eléctrica, y que los servicios técnicos ya estaban restableciendo poco a poco el suministro en todas las zonas afectadas.

Cuando, finalmente, el servicio eléctrico fue restablecido en toda la comarca, la capital y los pueblos vecinos recuperaron la normalidad. La vida continuó como si nada hubiera pasado.

Pero en aquel pequeño pueblo soberbio... la historia fue distinta.

Cuando nuestro "loco del kit" regresó al pueblo, se quedó atónito ante lo que encontró: casas calcinadas, comercios saqueados, calles desiertas y rostros desencajados. La electricidad había vuelto, sí, pero en el alma de aquel pueblo ya no quedaba ni orden, ni confianza, ni comunidad. La gente había perdido el norte y, sumidos en la desesperanza, poco les importaba ya lo que fuera a pasar.

Así, el pueblo soberbio terminó víctima no del apagón, sino de su propia arrogancia, de su falta de previsión, de su facilidad para creer cualquier bulo... y de su incapacidad para mantener la calma en la oscuridad.

Y la lección quedó grabada para quienes quisieron entenderla:
A veces, los verdaderos enemigos no llegan del cielo...
Sino que se gestan en la soberbia y la ignorancia de la propia gente. 

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