He sido un gran admirador de Estados Unidos. He defendido su cultura, su cine y su espíritu emprendedor, esa capacidad única de apoyar a quienes se atreven a innovar y construir algo desde cero. Buena parte de mi forma de pensar, actuar y vivir ha estado influenciada por el concepto norteamericano de progreso, esfuerzo y oportunidades, aunque en muchos aspectos de política exterior esté en desacuerdo.
De hecho, viví 11 meses en New Haven, justo en 1990, después de terminar mi licenciatura en odontología, cuando viajé con la intención de desarrollar mis inventos allí. Aunque la idea inicial era presentar mi proyecto —por aquel entonces novedoso— de análisis cefalométrico utilizando escáneres comerciales en Yale, al final terminé contactando con el departamento de odontología de la Universidad de Connecticut, en la capital, Hartford.
Sin embargo, tuve una serie de inconvenientes personales que me obligaron a dejarlo todo en stand by y terminé presentándolo en la Universidad de Murcia, España. Allí, el Dr. Miguel Puche, cirujano maxilofacial, valoró su utilidad, y su tesis doctoral se basó en este trabajo.
Estados Unidos ha sido un referente en diversas áreas sociales y tecnológicas, destacando en la lucha por los derechos civiles, la libertad de expresión, el voto femenino y la expansión de la educación universitaria. Ha impulsado el espíritu emprendedor, la educación superior y la investigación científica, con universidades y avances médicos de impacto global.
En tecnología, ha desarrollado la computadora personal, internet y liderado la inteligencia artificial. En exploración espacial, fue el primero en llevar al hombre a la Luna y ha impulsado misiones a Marte. En ciencia y medicina, ha avanzado en genética, vacunas de ARN y tratamientos contra el cáncer y el VIH.
Su cultura y entretenimiento, con Hollywood, el jazz, el rock y el hip-hop, han influido globalmente. Además, ha marcado el rumbo en innovación, justicia independiente y sostenibilidad, dejando una huella profunda en la historia moderna. Aunque con contradicciones, ha sido clave en la evolución de muchos países.
Por eso, me entristece ver cómo un país que ha sido un referente para mí se enfrenta a la posibilidad de caer en manos de líderes con un pasado turbio, personajes que generan más incertidumbre que confianza. No puedo evitar sentirme implicado en la defensa de lo mejor que Estados Unidos ha aportado al mundo, ni dejar de preocuparme por las consecuencias que traerá un mandato marcado por la controversia. La historia ha demostrado que las decisiones de esta nación repercuten mucho más allá de sus fronteras, y es difícil mirar hacia otro lado cuando los valores que alguna vez inspiraron a tantos están en riesgo.
Moraleja: todos los grandes cambios en mi vida los he hecho por dejarme llevar del corazón. Eso me llevó a Connecticut… pero también hizo que tuviera que abandonar mis proyectos. En Murcia me ocurrió algo similar. Digamos que, si mi vida fuera una empresa de inversiones, mi corazón sería un pésimo asesor financiero.
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