lunes, 3 de febrero de 2025

El Algoritmo Decide Qué Debes Creer

 

El Algoritmo Decide Qué Debes Creer. Ni siquiera somos nosotros los que elegimos qué leer, qué ver o qué creer. No. Las redes lo hacen por nosotros. Nos alimentan con lo que mejor encaja en nuestras creencias previas, refuerzan nuestros sesgos y nos sumergen en burbujas donde todo parece confirmarnos que tenemos razón. No importa si es verdad o mentira; lo que importa es si genera interacción, si nos enfada, si nos divide. Porque, al final, la polarización vende y la verdad… bueno, la verdad es un estorbo para el negocio.

Y en medio de este circo, una vez más, he estado a punto de dejar las redes. ¿La razón? Dos grandes pilares de nuestra era digital: la polarización ideológica y el festival sin fin de FAKEs lanzadas con la precisión de un misil y la ética de un zapato roto.

Por un lado, resulta que demostrar la incoherencia de ciertos comentarios con la verdad y la veracidad de las fuentes es prácticamente un delito de lesa humanidad. ¡Cómo me atrevo a cuestionar dogmas digitales con argumentos y hechos! Imperdonable. Y por otro lado, está el maravilloso mundo de la desinformación, donde la creatividad no tiene límites: noticias falsas, datos tergiversados y opiniones disfrazadas de verdades absolutas. Un espectáculo de ilusionismo digno de Las Vegas.

Porque claro, hay quienes mienten para autoconvencerse, lo cual ya es triste, pero hay otros que mienten con total descaro solo para desprestigiar lo que no encaja en su burbuja. Y aquí llevo años, desmontando bulos, peleando con molinos de viento y viendo cómo la mentira, sin ningún esfuerzo, se viraliza mientras la verdad tiene que ir con papeles en regla, certificados y un aval notarial para que alguien la escuche.

Es fundamental hacer una revisión de las fuentes de información y desinformación. Todos, en algún momento, podemos equivocarnos y compartir una noticia falsa, hipócrita y dañina. Hay quienes lo hacen sin ser conscientes de las consecuencias, y hay quienes lo hacen con plena intención de sembrar odio. En esta era digital, debería ser obligatorio en los colegios enseñar directrices para actuar con honestidad y analizar los contenidos con sentido crítico. Porque si algo nos falta en esta época de sobreinformación, es precisamente la capacidad de distinguir entre realidad y manipulación.

Así que sí, he pensado en rendirme. En dejar que el absurdo triunfe. En retirarme a la montaña a criar cabras y desconectarme de este caos. Pero no. No voy a tirar la toalla. No por orgullo, sino porque hacerlo sería como darle una medalla de oro a la manipulación. Sería capitular ante la mentira y regalarles el terreno sin dar batalla.

Así que aquí sigo. No sé si es valentía o terquedad, pero alguien tiene que seguir molestando con eso de la verdad.

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